jueves, 27 de noviembre de 2008


Recién Luquitas me pasó esa foto que le había sacado!, qué buenaa que estáa!
Próximamente salee videooo! ;)

miércoles, 29 de octubre de 2008

Los zapatistas

La niebla es el pasamontañas que usa la selva. Así ella oculta a sus hijos perseguidos. De la niebla salen, a la niebla vuelven: los indios de Chiapas visten ropas majestuosas, caminan flotando, callan o hablan de callada manera. Estos príncipes, condenados a la servidumbre, fueron los primeros y son los últimos. Han sido expulsados de la tierra y de la historia, y han encontrado refugio en la niebla, en el misterio. De allí han salido, enmascarados, para desenmascarar al poder que los humilla.

Hablan las paredes

Según el diccionario de la Real Academia Española, las frases que manos anónimas escriben en las paredes de las ciudades se llaman grafitos y “son de carácter popular y ocasional, sin trascendencia”. Alguna trascendencia les reconoció, en cambio, Rudolph Giuliani. En años recientes, cuando el alcalde emprendió su cruzada contra el hampa en Nueva York, condenó a los peligrosos autores de palabras y dibujitos, porque “ensuciando las paredes revelan una conducta protocriminal”. En cambio, se supone, revelan una irreprochable conducta las empresas que cubren las ciudades con anuncios de publicidad descaradamente mentirosos. Las paredes, me parece, opinan otra cosa. Ellas no siempre se sienten violadas por las manos que las escriben o las dibujan. En muchos casos, están agradecidas. Gracias a esos mensajes, ellas hablan y se divierten. Bostezan de aburrimiento las ciudades intactas, que no han sido garabateadas por nadie en los poquitos espacios no usurpados por las ofertas comerciales.Somos muchos los lectores al paso. Y diga lo que diga la respetable Academia, somos muchos los que cada día comprobamos que las anónimas inscripciones trascienden a sus autores. Alguien, quién sabe quién, desahoga su bronca personal, o trasmite alguna idea que le ha visitado la cabeza, o se saca las ganas de tomarse el pelo o tomar el pelo a los demás: a veces ese alguien está siendo mano de muchos. A veces ese alguien está oficiando de intérpretes de los sentires colectivos, aunque no lo sepa ni lo quiera.
Y de los pobres?
ya se ocupará Diós si la policía no alcanza...
Cuando los ricos hacen la guerra
son los pobres los que mueren

lunes, 6 de octubre de 2008

Pocho Lepratti


Sin dudas uno de los íconos más grandes de la lucha popular de diciembre del 2001 es el de Claudio "Pocho" Lepratti, el uruguayense que fue asesinado en Rosario cuando intentaba defender los chicos del comedor escolar donde trabajaba.

Bajen las armas! Acá sólo hay pibes comiendo", fue la frase, inmortalizada en la canción de León Greco, con que "Pocho" se despidió, ya que instantes después estaría recibiendo un tiro policial en la garganta que lo hizo desangrarse hasta la muerte. Luego de eso vinieron las canciones, los monumentos, los documentales para este militante social que en vida dejó un ejemplo que va mucho más allá de los merecidos homenajes. Pocho Lepratti trabajaba como auxiliar de cocina en el comedor de la escuela número 756 'José M. Serrano' de Las Flores, un barrio duramente azotado por la desocupación y la pobreza, cuyos vecinos se encontraban sumamente movilizados el día 19 hasta que se desató la represión.Pocho se mantuvo expectante durante todo el día. Junto con sus compañeros, subía al techo de la escuela, desde donde se ve la avenida de Circunvalación, una las principales arterias de circulación de la ciudad.El conflicto se desarrollaba a más de 300 metros de la escuela, y cuando pasó el móvil 2270 del comando radioeléctrico, disparando hacia el aire, a reprimir la movilización, Lepratti los increpó a detenerse, porque las balas podían herir a alguno de los niños de la escuela. Fue entonces cuando el patrullero dio la vuelta y se detuvo frente a Pocho. El agente Velásquez, que salió de la parte posterior junto con el agente Pérez, hizo el resto. La policía, que suele proclamarse una institución al servicio de la comunidad, en momentos de tensión muestra sin reparos su verdadera esencia de pandilla que responde a intereses criminales. Los policías actuaron con la impunidad que les otorgó el Estado para matar a los excluidos. Entre el 19 y 20 de diciembre, mientras oscuros personajes eran protegidos en lujosas mansiones, los luchadores sociales eran asesinados en las calles.La represión dejó un tendal de muertos en todo el país, una innumerable cantidad de heridos y miles de detenidos. El mensaje fue claro: el que no se resigna a morir de hambre, muere de bala o cárcel. En este marco, el asesinato de Pocho no fue casual. El fue elegido por la fuerza pública, fue asesinado como un blanco estratégico. Pocho estaba comprometido con la fe cristiana, pero tenía una propuesta más activa y se definía a sí mismo como un cristiano revolucionario. En 1986, a los 20 años, ingresó como seminarista en el instituto salesiano 'Ceferino Namuncurá' de la localidad de Funes, provincia de Santa Fe, donde se preparaba para ejercer como hermano coadjutor. El y sus compañeros seminaristas visitaban distintos barrios durante los fines de semana y hacían trabajos con los jóvenes y los más chicos. De esta manera, y durante cinco años, estuvo en contacto con la gente humilde, y le entusiasmaba la idea de dar mayor continuidad y profundizar esa tarea, pero la Iglesia intentaba convencerlo de que debía posponer ese objetivo para más adelante. Pocho no quería esperar, quería actuar de inmediato, y planteaba estar más tiempo en la villa, cerca de la gente, más comprometido con el barrio. El pensaba que la fe y la acción no debían marchar separadamente, él quería creer haciendo, y fue ese modo de pensar lo que despertó una contradicción en su misión religiosa. La institución salesiana le negó la propuesta, argumentando que aún le faltaba preparación y que ya habría tiempo para dedicarse a esas actividades más intensamente. Pocho se encontraba en la última etapa del seminario y ya había tomado los votos de castidad y pobreza, pero cuando debió tomar los votos de obediencia decidió abandonar la institución y renunciar a la carrera religiosa.Decidió instalarse directamente en una villa de Rosario ubicada en el barrio Ludueña Norte, donde continuó con sus votos de pobreza y castidad.En el barrio comenzó a trabajar en comedores populares y docencia solidaria junto con Edgardo Montaldo, un sacerdote emblemático del lugar, con más de 30 años realizando actividades junto a los vecinos. A partir de entonces Pocho abrió y coordinó talleres participativos de formación y aprendizaje, a favor de la educación popular y en contra de la exclusión social. Creó alrededor de diez grupos juveniles, a partir de los cuales abordó y difundió temáticas vinculadas al VIH, salud mental, trabajo infantil y derechos humanos. También enseñó a tocar la guitarra y organizó campamentos.De este modo, muchos jóvenes que andaban desocupados y desorientados, alimentando el negocio de la droga y la delincuencia, se vieron contenidos en los talleres y las inquietudes de Pocho. Junto a otros militantes, Lepratti fundó en 1993 la agrupación conocida como "La Vagancia", que aglutinó una gran cantidad de jóvenes del barrio orientados a desarrollar diversas actividades. La Vagancia surgió en la Comunidad Sagrada Familia, como un espacio de organización juvenil dispuesto a reivindicar y defender los derechos de los mismos jóvenes. El grupo solía organizar actividades de cultura popular y música en los espacios públicos, y junto a sus integrantes Pocho se acercó al Centro de la Juventud de la Municipalidad, donde coordinó talleres y organizó cine debate, entre muchas otras actividades, con el objetivo de rescatar la propia historia y la dignidad de estos jóvenes.Tiempo después "La Vagancia" impulsó, junto con otros grupos, el surgimiento de la revista Angel de Lata, editada y distribuida por los mismos chicos en situación de riesgo.Claudio Lepratti además trabajó en la Cocina Centralizada y militó activamente en su condición de empleado estatal. Mediante un acuerdo entre la Municipalidad de Rosario y la Vicaría del Sagrado Corazón del padre Montaldo, trabajó desde el Centro Crecer número 19. Allí repartía semillas a los vecinos del barrio, y el salario que percibía por realizar esta actividad lo destinaba completamente a las actividades del grupo 'La Vagancia'.Pocho se entregó incondicionalmente a luchar contra la exclusión social y tenía la enorme capacidad de ver al otro como un hermano. En su vida cotidiana, supo acompañar con los hechos sus palabras y sus pensamientos. Quienes lo conocieron, aseguran que no imponía sus ideas como pensamiento único sino que se preocupaba por hacer circular la palabra y despertar el pensamiento crítico. Los jóvenes que estuvieron junto a él recibieron un valioso legado para enfrentar la adversidad con creatividad y propuestas, sin bajar nunca los brazos y continuar con los estudios a pesar de los obstáculos. Pocho y su bicicleta eran compañeros inseparables. Cada día, atravesaba pedaleando la ciudad, cubriendo un recorrido de entre ocho y diez kilómetros. Con frío o calor, con lluvia o viento, llegaba a todas partes sobre su rodado. Esta fue la causa por la que es recordado como un ángel con alas montado en su bicicleta. Cuando recibió el disparo, Pocho cayó hacia atrás y comenzó a desangrarse desplomado sobre el techo de la escuela. Después de haberlo ejecutado, los policías se retiraron sin atender los gritos de auxilio de las demás personas que se encontraban con Claudio. La intención de los agentes era dejarlo morir desangrado ahí mismo.Pocho fue velado en el patio de la escuelita del padre Edgardo, con el marco de una impresionante muestra de dolor popular. Cientos de personas quisieron darle un último abrazo, antes de que su cuerpo fuera trasladado a Concepción del Uruguay, la tierra que lo viera nacer y en donde ahora descansa. Luego de su muerte, la Biblioteca Popular Pocho Lepratti fue abierta en su homenaje. Ofrece distintos talleres y se propone recuperar mediante la educación popular, el trabajo que Pocho venía realizando en contra de la exclusión social y por una sociedad igualitaria participativa. En lugar se realizan talleres reflexión, arte, teatro, guitarra, murga y serigrafía. Los jóvenes aprenden oficios que les permiten conseguir empleo, y de allí salen las banderas, las remeras vinculadas a la identidad de este espacio, que también trabaja en coordinación con otros movimientos sociales.Hoy a Pocho lo llaman Pochormiga. La unión de las dos palabras apareció después de su asesinato, a modo de memoria colectiva y como una reivindicación del trabajo. El decía que su trabajo era lento como el de una hormiga, y que muchas veces parecía imperceptible. Pero afirmaba que aunque el trabajo pareciera no tener efecto, era el esfuerzo sostenido lo que dejaría una simiente.Hoy Pocho es un símbolo de lucha y solidaridad, dignidad y trabajo. Su nombre se encuentra en las pancartas, en los afiches, en los volantes, en las canciones. Su nombre es recordado en diversos murales y en numerosos festivales, encuentros y manifestaciones. Cientos de paredes rosarinas rezan leyendas de "Pocho vive', 'Pocho: tu lucha seguirá', 'Pocho vive en el corazón y en los rostros de los que exigen justicia', o 'Pocho nos muestra el camino'.León Gieco le dedicó un tema, y una gran cantidad de comedores popular lo recuerdan como un emblema.Pocho también es representado por una de las tantas bicicletas pintadas en las paredes de Rosario, las cuales evocan a los luchadores que el Estado se llevó y que jamás volvieron.En Argentina, mientras los bufones y padrinos se multiplican en los cargos públicos y siguen definiendo nuestro destino, los referentes sociales siguen siendo asesinados, siguen siendo desaparecidos.

Carlos Fuentealba, la Patagonia rebelde, y la historia que continúa. Parte II

Unos meses antes, también en Salta, en mayo del 2000, eran asesinados los jóvenes Orlando Justiniano y Matías Gómez. Secuestrados mientras juntaban leña para llevar al piquete, fueron torturados salvajemente y muertos por la policía provincial. Luego fueron abandonados en una ruta de Jujuy, con la intención de simular un accidente. El 17 de junio del 2001, en el Día del Padre, en la misma provincia, eran asesinados los jóvenes Oscar Barrios y Carlos Santillán. Las balas que asesinaron en General Mosconi, en Tartagal, pretendían callar las voces insurrectas del pueblo norteño que había aprendido de Cutral Co el valor del corte de ruta como herramienta de lucha, cuando el paro forzoso que implica la desocupación masiva, no deja más caminos que interferir en la circulación de mercancías. Las balas eran para los jóvenes que aprendían en las rutas, las primeras lecciones de dignidad y resistencia.
Sin embargo, los asesinatos de Salta no fueron los primeros crímenes del gobierno de la Alianza. En Diciembre de 1999, en el puente de Corrientes, la Gendarmería había asesinado a los jóvenes Mauro Ojeda (18 años, sobrevivía con changas) y Francisco Escobar (25 años, cartonero). Con ellos querían matar la lucha autoconvocada de trabajadores docentes, estatales, del pueblo correntino. Los mataron las balas de los gendarmes al mando de los comandantes Chiappe y Caruso, enviados por el Ministro del Interior Federico Storani a "pacificar" la provincia de Corrientes para que su interventor, Ramón Mestre, pudiera asumir el cargo. La viceministra del interior era Nilda Garré.
La Alianza terminó sus días con otro crimen: los asesinados del 19 y 20 de diciembre del 2001 en todo el país. Jóvenes en su mayoría. Trabajadoras y trabajadores, desocupados y estudiantes, motoqueros, piqueteros, amas de casa. Aníbal Ibarra era Jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires. Carlos Alberto Reutemann era gobernador de Santa Fe. El gobernador de la provincia de Buenos Aires era Carlos Ruckauf. El Vice gobernador, Felipe Solá. Ninguno se cree responsable.
El "que se vayan todos", en diciembre del 2001, nombraba a estos responsables de las políticas de hambre y muerte. Pocos meses después, el 26 de junio del 2002, el pueblo recibió un nuevo golpe en la masacre de Puente Pueyrredón. Los jóvenes piqueteros, Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, fueron asesinados en una brutal represión que pretendía reestablecer la gobernabilidad, y garantizar el orden del miedo. El presidente era Eduardo Duhalde. El Gobernador, Felipe Solá.
Antes y después de estas muertes en protestas sociales, hubieron muchas otras muertes como consecuencia del mismo sistema. Gatillo fácil. Desaparición de mujeres víctimas de la trata. Cromañon. Los muertos y las muertas, siempre del mismo lado. Víctimas de la pobreza. Víctimas de la desesperación. Víctimas de la corrupción. Víctimas de la desocupación. Víctimas de la indiferencia. Víctimas del capitalismo.